Por Meri Parrado

En un mundo donde el éxito se exhibe y se celebra a viva voz, la noche del jueves 18 de setiembre el Life Cinemas Costa Urbana Shopping se convirtió en un espacio para, como se propuso, “hablar de fracasos con mayúscula”. Con una sala repleta y un ambiente de escucha, empatía y emoción.

Una nueva edición de “Mujeres Sin Filtro”, junto a Fuckup Nights Montevideo, ofreció un espacio amoroso para abrazar la vulnerabilidad, donde las caídas y los tropiezos se convierten en historias de aprendizaje y reinvención.

FuckUp Nights es un movimiento global que busca cambiar la forma en que hablamos del error y exponer el lado más humano de las personas: las veces que nos equivocamos y erramos. En palabras de la presentadora del evento, el propósito es que este espacio se convierta en “un lugar seguro para ser vulnerables, abrazando esas partes de nuestras historias que por lo general no se cuentan”. La premisa es clara: si una persona está a punto de tirar la toalla, estas historias buscan recordarle que las caídas son una parte natural y fundamental de la vida.

La conducción de la noche estuvo a cargo de dos destacadas profesionales: Maca Botta, economista, emprendedora, cofundadora de proyectos como Sinergia Cowork y directora de Brava; y María Marta Passadore, especialista en innovación y emprendedurismo, cofundadora del Estudio de Innovación. Juntas, guiaron la emotiva noche con fluidez.

A lo largo de la velada, cuatro mujeres reconocidas subieron al escenario para compartir relatos que les cambiaron la vida. Ellas fueron: Chu Rodriguez, creadora de contenido, escritora y podcaster; Marianela Dell’acqua, fundadora de Acqua Garden, Florencia Herrera, directora de Stakeholders Relations, UPM y presidenta de OMEU; y Sol Preusse, fundadora de FRANCA Panera Cafetería Non-Profit.

Además de las historias contadas en el escenario,el público también participó, contando sus fracasos al momento de la inscripción al evento. Tres de las historias de fracaso compartidas de forma anónima fueron seleccionadas para ser re-significadas en vivo, recibiendo premios y demostrando que el fracaso, lejos de ser un final, puede ser un punto de partida para algo nuevo.

La ingenuidad como motor

La encargada de abrir la velada fue Sol Preusse. Su relato fue una profunda reflexión sobre el significado del fracaso, lejos de los tropiezos que se asocian comúnmente con un emprendimiento. Con honestidad, confesó que el fracaso más grande que ha vivido es «estar desconectada» de sí misma, lo que le ha impedido disfrutar plenamente del éxito de su proyecto.

La emprendedora, con una carrera profesional impecable en finanzas, compartió que su ingenuidad la llevó a lanzarse al vacío y a crear FRANCA. «Mi ingenuidad me permitió soñar a lo grande», afirmó, reconociendo que este rasgo la hizo capaz de concebir un proyecto sin fines de lucro, donde todas las ganancias se donan a causas sociales y ambientales. Sin embargo, esa misma ingenuidad la llevó a enfrentar la dura realidad de un rubro muy competitivo, sintiendo la culpa de haber involucrado a sus seres queridos en una situación tan compleja.

El relato de Sol se centró en la autoexigencia y la desconexión personal. A pesar de trabajar 12 horas al día, siete días a la semana, y haber llevado a FRANCA a ser un proyecto de gran impacto, reconoció que en ese proceso, se ha vuelto dura consigo misma. Su gran fracaso, reconoció, no es el negocio o los problemas financieros, sino el enojo que le genera no poder «terminar de realmente disfrutar todo lo bueno que está pasando».

Finalmente, compartió un momento crucial en el que contempló cerrar el proyecto, momento en el que confesó tener “el corazón roto” y que “el mundo se vino abajo”. Al verse en la posibilidad de perder todo, se dio cuenta de que lo que realmente se rompía era su fe en la idea de que su negocio podría funcionar de otra manera. Sin embargo, aferrarse a su fe y a su convicción de que era posible la llevó a superar los obstáculos y a lograr que FRANCA no solo se mantenga, sino que crezca y genere un impacto aún mayor. “Lo que yo hice fue aferrarme a mi fe y a creer a más no poder que tenía que ser posible esta forma de hacer las cosas, porque es necesario. Y gracias a que me aferré con todo lo que me quedaba a mi fe y a creer que esto tenía que ser posible, estos últimos meses la situación mejoró y nos están llamando desde Naciones Unidas, los bancos, estamos generando cada vez mucho más impacto y todo esto fue porque elijo creer”.

De la cima del éxito corporativo al reencuentro personal

La segunda en subir al escenario fue Marianella Dell’acqua, una empresaria con una destacada trayectoria en el mundo corporativo que, de la noche a la mañana, se vio obligada a reinventarse. Con una franqueza que conmovió a la audiencia, Marianella compartió que su primer gran fracaso ocurrió a los 17 años, cuando quiso ser madre y “no se lo permitieron”, lo que definió como su primer fracaso. “A partir de ese momento empecé un camino que es como un colador donde fui llenando muchos agujeritos”, dijo sin dar más detalles para evitar quebrarse. Según su relato, siguió un camino de búsqueda y autoafirmación.

Dell’acqua, con más de 25 años de experiencia en empresas multinacionales, relató cómo su vida parecía un cuento de éxito: un trabajo soñado como CEO, viajes por el mundo y una vida de glamour y estatus. Todo esto, sin embargo, se desmoronó cuando fue despedida. Pero esta situación, en un momento inesperado, que podría haber sido su mayor fracaso, se convirtió en una oportunidad para la sanación. «En el momento más complicado a nivel profesional y con una cantidad de deudas importantes, mi cabeza y mi corazón estaban completamente distintos», confesó, revelando que en ese momento estaba lidiando con su salud mental, un proceso de sanación que le dio la fortaleza para salir adelante.

Contó que se dio «un día» para llorar y procesar lo que estaba viviendo. A partir de ahí, se dedicó a hablar, a escuchar y a conectar con otras personas. Este proceso la llevó a reencontrarse consigo misma y a aceptarse. Su conclusión fue un poderoso mensaje sobre la importancia de la aceptación y la salud mental. Para ella, el fracaso no se mide por las caídas profesionales o financieras, sino por la desconexión con el ser interior.

Su exposición cerró con una emotiva reflexión y un consejo para todas las mujeres que se enfrentan a desafíos: «Aceptate, caminá». La empresaria enfatizó que la edad y las circunstancias no importan cuando se tiene la claridad de cuidar el equilibrio entre la mente y el corazón. Hoy, su verdadero éxito no es su carrera, sino el orgullo que siente de ser quien es: una persona sana mentalmente, feliz y en paz.

El fracaso de ser la que se espera

La tercera oradora fue Florencia Herrera, quien cautivó a la audiencia con una reflexión sobre los peligros de perder la autenticidad en el camino del éxito. Herrera compartió cómo, al convertirse en la primera mujer en ocupar roles de liderazgo, se transformó en «la que se espera», un personaje duro, firme y distante. Este, según su propia definición, fue su «primer gran fracaso».

Con gran sinceridad, contó que al intentar encajar en un rol que consideraba masculino y exigente, dejó de sonreír y se volvió inaccesible. «Me decían General Patton», recordó, en alusión al famoso general de la Segunda Guerra Mundial, una figura agresiva y temida. Este personaje, sin embargo, no la representaba.

El segundo fracaso, contó, llegó al convertirse en madre y tratar de ser la «mamá perfecta» según un manual autoimpuesto. En medio de un momento cúspide en su carrera —el conflicto binacional por la planta de UPM—, se exigía ser la madre ideal, una exigencia que la llevó a un punto de quiebre. El momento crucial fue cuando, en una reunión de suma importancia, se dio cuenta de que se había olvidado a su hija en el jardín. Este hecho, que la llenó de culpa, fue la primera «señal» de que algo andaba mal, pero no la escuchó.

El verdadero click vino con una evaluación de un alumno de su clase de facultad que dijo sobre ella: «puede y debe sonreír más». Esta frase la golpeó tan fuerte que la llevó a un momento de profunda introspección. Miró su armario, lleno de ropa oscura y formal, y se preguntó: «¿Quién es esta mujer?». En ese instante se dio cuenta de que se había perdido a sí misma en un personaje.

El fracaso de haberse convertido en la persona que creía que debía ser, le mostró su verdadero propósito. Decidió abrazar la vulnerabilidad y la autenticidad, y se propuso mostrar a otras mujeres que es posible liderar desde la propia identidad. «El liderazgo es conexión, el liderazgo es conversar y conectar», concluyó, y aseguró que, a partir de ese momento, su carrera creció gracias a que fue ella misma.

El fracaso como camino al verdadero yo

El cierre del evento estuvo a cargo de María Jesús Rodríguez, más conocida como “Chu” Rodríguez, creadora de contenido, escritora y podcaster. En su exposición, profundamente personal y emotiva, confesó que su primer gran fracaso fue como hija, tras el fallecimiento de su madre. La ausencia de un cierre a ese duelo la llevó a un matrimonio vacío, a la sensación de haber fallado y a la búsqueda constante de la validación externa.

Chu relató cómo, tras su divorcio, se sintió «doblemente fracasada» y cómo los 20 fueron la década más dura de su vida, marcada por la culpa, la vergüenza, el autoengaño y la búsqueda de su propio camino. A los 30, aún soltera, sintió que «se le había pasado el tren». Sin embargo, ese sentimiento la impulsó a abrirse a TikTok, y a compartir su vida, sus experiencias, sus «papelones», y así, sin saberlo, empezó a construir su propósito.

«Decidí renunciar al mundo corporativo después de 16 años», confesó, «porque no me llenaba tanto». Esta valiente decisión la llevó a abrazar su pasión y a encontrar en la comunicación su verdadero propósito, demostrando que el éxito no siempre se encuentra en los puestos gerenciales soñados, sino en el coraje de ser uno mismo.

Su exposición fue un testimonio del poder del redescubrimiento personal. En medio de su proceso de metamorfosis, Chu se dio cuenta de que tenía que dejar de ser una «sobreviviente» y empezar a conectar con su emocionalidad. Se cansó de vivir para la mirada de los demás y se atrevió a ser ella misma, incluso si eso significaba ser «una pelotuda de 30 años haciendo videos de TikTok». Esta valentía la llevó a crear un imperio de comunicación, con una comunidad de más de un millón de seguidores en distintas redes sociales.

A sus 35 años, Chu aseguró que se siente una artista, que recuperó la faceta creativa que de niña sus padres le habían «anulado». Y este arte tiene un propósito social: ayudar a otros a redescubrir su valor y a romper con la «matrix de la víctima». Su camino la llevó a lanzar una escuela online llamada «Redescubrí tu valor», y a conectar con un «compañero, un copiloto de viaje» que le da paz, la misma paz que ella ha encontrado en su camino. En su mensaje final citó una frase que identifica su proceso: «El fracaso es un maestro incómodo, pero sin él nunca vamos a llegar al verdadero éxito”.